jueves, 18 de febrero de 2016

En recuerdo de mi tío



Hace un año que nos dejó mi tío, el tite como lo llamábamos. Aunque me cueste pienso que debo acordarme de él. Porque creo que las personas que nos dejan, en cierta manera siguen vivas mientras los recordemos y sólo desaparecen del todo cuando las olvidamos.

Por lo general, cuando pensamos en alguien que ya no está, siempre nos viene a la memoria la última vez que lo vimos con vida pero yo no quiero.
Me niego a recordarlo tumbado en aquella cama, cansado de luchar contra una enfermedad que lo había consumido y con la muerte afilando su guadaña en la sala de espera.

Prefiero recordarlo en su invernadero montando cerchas, revisando tomateras o preparando el plantel. Porque mi tío con sus 85 años iba todos los días al invernadero hasta que el cáncer vino a visitarlo.

O recordarlo en su casa, sentado en la mesa de su terraza bebiendo vino y contando como le engañaron aquella vez que cambió un buey por una burra preñada, las cosas que le pasaban cuando iba a la sierra, con su burro y cambiaba la chumbos por patatas o lo que tuvieran y otras anécdotas de cuando vivía en el pueblo y tenía que hacer peripecias para ganarse la vida. Su pueblo: Nacimiento donde ahora descansa.

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